El lobo representa la fuerza mal contenida, irracional, impulsiva. En clave iniciática, corresponde a la toma de posesión de una fuerza cuyo empleo puede ser, tanto destructora, como constructora.
Aquel que dispone de ella, debe canalizarla y dirigirla. Esta fuerza puede volverse contra quien la utiliza, pudiéndolo destrozarlo o cabalgarlo. Permanece a sus lados como una amenaza constante, un arma de doble filo. Evola (8), contemplando esta situación, advierte: “En un solo instante disminuye de intensidad la tensión, gracias a la cual un poder es atraído hacia un hombre y le obedece, en el instante mismo este poder lo desborda y arrastra en el seno de la corriente vertiginosa de las “aguas”".
Esto vale para quienes pretenden utilizar la fuerza inconmensurable del lobo. Aquí reside la tentación titánica consistente en utilizar esta potencia con fines no espirituales, por razones individuales, materiales o colectivas. En este caso, esta fuerza se apropia de ellos, así la caída y la destrucción comienzan.
Evola, en otra obra (9), analiza la naturaleza simbólica del lobo y del águila. La primera está ligada al mundo, hereda su ambivalencia. Caracteriza la función guerrera y sus dos orientaciones posibles: caballeresca o titánica. El águila es, por otra parte, un ave, que escapa a la atracción terrestre y, así, se sitúa como intermediaria entre la Tierra y el Cielo. Por otra parte, contempla e incluso fija, al Sol que percibe directamente, en todo su esplendor. Simboliza la soberanía, la autoridad del Centro. Por ello, Evola habla de “someter el lobo al águila”, pues: “El águila es el símbolo de una naturaleza real que, por sus propias fuerzas, sabe elevarse más allá de la Tierra hasta fijar al Sol -según la antigua creencia”.
Mientras, el lobo permanece como “un rebelde que tiene el poder de arrastrar, pero no de construir”. Igualmente, opone su “potencia transitoria” a la “potencia eterna” del águila. Da como ejemplo a Rómulo que habría realizado una: “(…) transfiguración en lo sagrado de un principio simplemente viril y guerrero (lobo); una compenetración -si se puede decir- del principio desencadenado de Marte, dios de la guerra y de la serenidad solar y dominadora de Apolo”.
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Todo es interesa recordarlo, especialmente a la hora de interpretar el simbolismo guerrero del lobo. Si bien conduce, escolta, es decir, protege en el curso de un desplazamiento peligroso, no da la dirección para ello. El lobo tiene necesidad de ser dirigido y sobre todo orientado hacia el polo espiritual, el que dispensa una fuerza positiva, constructora. Aquel que es lobo, o que marcha a su lado, tendido hacia el Uno, de forma auténtica, irradia pureza. Sino, el lobo no dejará de devorarlo."
Extraido de Acción Nacional Revolucionaria
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